miércoles, 17 de agosto de 2011

EL ÚLTIMO PARADERO



“No conozco nada más idiota que morir en un accidente de automóvil”.
Epitafio de Albert Camus, premio Nobel de Literatura, un día antes de morir en un absurdo choque de carros.

Velocidad y fama no siempre son buenas juntas. La lista de artistas y famosos que encontraron su final en las pistas es tan larga como una carretera sin retorno. Lady Di, James Dean, Jackson Pollock, Grace Kelly, F.W. Murnau, Albert Camus, entre otros, tuvieron trágicos finales.

Escribe: Alan Saavedra
(Publicado el feb/10, Revista Asia Sur N°73)

La escritura acelerada
La tarde del 4 de enero de 1960, cuando el novelista Albert Camus viajaba por la carretera nacional francesa rumbo a París, se escuchó una explosión con aroma a caucho. Luego, un estruendoso cruce de metales y maderas significó la muerte instantánea del autor de El Extranjero a los 47 años. Su amigo Michel Gallimard, quien conducía a gran velocidad, empotró su Facel Vega contra el único árbol en pie de toda la carretera. El encontronazo fue tan violento que el vehículo se partió en tres partes y Camus terminó en los asientos posteriores. Los primeros testigos del accidente vieron fijo el reloj del auto: se detuvo a la 1:45 pm, hora oficial del deceso de Albert Camus. Entre los restos se encontró el manuscrito inconcluso de El Primer Hombre, y en uno de los bolsillos del escritor se halló un billete de tren de regreso a París que había pensado usar antes de subir al bólido mortal de su amigo.

Rebelde hasta el final
James Dean, llamado a ser el sucesor de Marlon Brandon, era un amante de las carreras de autos. Alguna vez compró un Porsche Spyder 550, al que bautizó como “The little bastard”. Sin embargo, a este legendario rebelde le prohibían correr mientras filmaba. Por eso, tan pronto terminó de grabar la película Gigante, decidió ir a competir cerca de San Francisco. Pensó llevar su descapotable plateado sobre un trailer, pero se decidió por conducirlo unos kilómetros, como quien lo prueba. Dean manejaba a una velocidad moderada cuando reparó que un Ford Custom Tudor venía embalado, como un rebelde sin causa, hacia él. Se demoró en reaccionar, tal vez confundido por su miopía, y el Ford se incrustó en la parte delantera lateral del Porsche, acabando con la vida del engreído de Hollywood a sus cortos 24 años. Irónicamente, un par de semanas antes del accidente, James Dean filmó un anuncio publicitario en el que advertía a los jóvenes sobre conducir con prudencia.

La carretera profunda
Para Linda Lovelace, esforzada protagonista de la mítica película Garganta Profunda, el accidente que sufrió a los 20 años fue el primero de una seguidilla de infortunios. Aunque esquivó la muerte, su convalecencia quebró los sueños de convertirse en fotógrafa. Sin embargo, conoció a Chuck Traynor, la mano que la condujo hacia el reino del XXX como actriz de filmes de bajo presupuesto y harto jadeo. Llegó Garganta Profunda y Linda Lovelace habitó las mentes afiebradas de toda una generación. Los créditos iniciales de la película la muestran conduciendo un bólido, con delicada prudencia, rumbo a casa: una broma cruel de lo que le aguardaba. Un accidente de tráfico en Denver, en el año 2002, acabó con la vida de la úvula más famosa del planeta.

Expresionismo en la pista
Jackson Pollock, pintor e icono de una tradición artística en el siglo XX norteamericano, vivió bajo el gobierno del alcohol. Jack the Dripper, apodo que rinde tributo a su peculiar manera de pintar, pudo derrotar por un par de años a sus demonios líquidos. En esa época de sobriedad, los almanaques marcaban 1947, Pollock evolucionó en su línea como artista hacia el expresionismo abstracto, popularizando el Action Painting o Dripping. Se trataba de una técnica en la que se vertía, derramaba, lanzaba o goteaba pintura sobre lienzos sin tensar. Sin embargo, el 11 de agosto de 1956 el tormento del artista llegó a su paradero final cuando estrelló su auto a una milla de su casa en Springs (Long Island). El licor fue su copiloto.

Muerte metálica
Amanecer del 27 de septiembre de 1986. Un helado chillido de llantas despertó a los integrantes de la banda Metallica. El autobús en el que se dirigían a Copenague empezó a patinar fuera de control y luego se empezó a rodar. En medio de la confusión, el vocalista James Hetfield reconoce un par de piernas. Eran de Cliff Burton, el bajista de pantalones acampanados. A sus 24 años, Cliff había contribuido con el sonido furibundo que hizo de Metallica una de las más populares bandas de metal. En la noche previa todos querían la litera del guitarrista Kirk Hammet, así que una ronda de cartas decidió la suerte de Burton, quien ganó el derecho a dormir en el mejor lugar. Esa madrugada salió expulsado por una ventana.


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